martes, 4 de diciembre de 2012

Lo que dos corazones heridos esconden sólo ellos lo saben.

- ¿Pero se puede ser más imbécil?
-  Estamos empatados en eso,¿eh?
-  Ríete... como siempre haces. Nada te importa desde que...
-  Desde qué, vamos. ¡Dilo! 
-  Oliver, déjalo.
-  No, venga, cúlpame de nuevo, sólo sabes hacer eso.
-  Antes todo era distinto, y lo sabes. 
-  Mira, sé que las cosas han cambiado pero... yo...sigo siendo el mismo. Te lo prometo.
-  Entonces deja de aparentar, deja de ser lo que no eres y vuelve a ser mío.

martes, 30 de octubre de 2012

Los ojos rojos

 Se encontraba en medio de la calle, entre el bullicio. A un lado gente, y al otro, más gente. Las señoras mayores y gruesas riñen a sus nietos por la rabieta de un capricho, las mujeres maduras comparan la fruta de los puestos y las jovencitas risueñas y despistadas miran y miran sin ver nada, inmersas en su mente, lejos de aquel escándalo de mercado.
  Eran las doce de la mañana, o casi, y África, pequeña y tímida se movía entre el bullicio recordando lo que le había dicho su abuela: busca a alguien despistado y mete la mano en el bolso, después corre, corre mucho   y dámelo sin que se entere mamá.
Desde siempre le habían enseñado que esas cosas no se hacían, que era de niña mala, que venía el coco, que te comían los pies mientras estabas dormida los fantasmas y, sin embargo, ahora le pedía eso su propia abuela. Pero su amor por ella hacía que se le olvidaran todos los peligros que conllevaba robar y se dispuso a mirar bolsos.
Cerrados con cremallera,  medio abiertos, bien protegidos bajo el brazo, con manos buscando dinero dentro de ellos; nada. No había por donde, no se presentaba la oportunidad.
Media hora más bajo un sol que empezaba a picar y África no conseguía nada.
La niña volvió a casa con la cabeza gacha y los ojos llorosos, decepcionada de decepcionar.
¿Qué le diría a su abuela, que había sido tan tonta que no había conseguido nada?
Se enfrentó a la imagen por un momento y la olvidó al instante, levantó la cabeza y ya se encontraba frente a la puerta de casa. Entró sigilosamente, sin querer hacer ruido, sin querer existir, y avanzó de puntillas a su cuarto para meterse en él a llorar, pero una voz que susurraba le sorprendió.
- ¡Nena, nena! ¿Qué has traído?
Su abuela andaba encorvada, tenia los ojos rojos y cogía un cigarrillo muy raro entre sus dedos, andaba tambaleándose y la agarraba muy fuerte del hombro.
-... Na-nada.
África tenía la mirada fija en una baldosa del suelo y se preguntaba por qué no habría llegado antes a ella, así no tendría que pasar por eso.
- ¿¡Nada!? Pero niña, ¿qué has hecho todo este tiempo? - La abuela abandonó los susurros y levantó tanto la voz que asustó a la pequeña.
- Lo siento abuela, yo n... - África rompió a llorar.
- ¿Qué pasa aquí? - Lucía, la hija de Sandra y madre de África entró en el recibidor y acto seguido, Sandra; la abuela, escondió el cigarro tan raro que tenía en la mano.
- No pasa nada cariño. - La abuela sonrió y se alejó corriendo hasta el baño.
Lucía miró a África, que estaba paralizada y llorando en silencio mirando al suelo, movió la nariz y abrió mucho los ojos.
- ¡MAMÁ! ¿QUÉ LE HAS HECHO A LA NIÑA? ¿YA HAS FUMADO DELANTE DE ELLA?
África no entendía nada, así que corrió hasta su cuarto sin ni siquiera cerrar la puerta. La abuela fumaba siempre mientras hacía los deberes y su madre no estaba, y justo antes de que volvieran a tener su compañía, llenaba la casa de perfume y movía las manos enérgicamente  como echando el aire hacia la ventana, pero nunca le había pedido ser una niña mala, nunca le había puesto en peligro de ser comida por los pies, siempre le había protegido de eso.
Y seguía sin entender nada, pero cuando creciera, como siempre dicen las madres, lo entendería todo.

lunes, 22 de octubre de 2012

Tus mejillas y mis cielos rosas


La noche se había colado en el oscuro cielo parisino y una mente inquieta acariciaba sus recuerdos.
La brisa  suave y helada se enfrentaba sin fuerzas a los cristales del piso de Marc, un profesor de instituto nacido en Montpellier. Siempre había trabajado en su ciudad pero las circunstancias y la situación económica lo movieron hasta la capital francesa. Pensaba que todo iba a ser un horror, debía dar clase a adolescentes con hormonas enloquecidas, con malas contestaciones, malas caras y sin mucho ánimo de estudio; el año sería una tortura.
     En parte lo resultó, pero no por los adolescentes, que resultaron ser encantadores y se formó una relación muy estrecha entre ellos, sino por una adolescente en concreto: Laureen.
     Era una noche fría que amenazaba con mojar las calles de París. Encendió el ordenador y tecleó. 'Correo electrónico'. Cargando... 'Bandeja de entrada; correos recibidos; Trabajo sobre el comportamiento humano en sociedad por Laureen Leblanc". Click. 
Se imaginaba su voz dulce pensando qué iba a poner exactamente en aquel trabajo, sus dedos finos y sus uñas decoradas por el color de moda acariciando el teclado, sus ojos azules leyendo las líneas en frente de la pantalla, y su imaginación empezó a ir más allá, empezó a no pensar que era una niña y se detuvo. 
   ¿En qué piensas? Estás loco... 
Atrás. Click. 'Redactar'. 

 Hey! ¿Qué tal las vacaciones de Navidad? ¿Todo bien? Yo algo aburrido, la verdad. Os echo de menos... a todos. Me empezaba a gustar eso de regañaros y mandaros trabajos, jajaja. Bueno, besotes para todos preciosa, cuídate. '

   'Enviar'. Miró por la ventana empañada y vio una luz rosácea asomar por el horizonte. Se imaginó a la adolescente detrás de la pantalla una vez más, pero esta vez leyendo el correo y adivinando que sólo se había acordado de ella esas navidades, se imaginó sus mejillas rosas como el amanecer. Tus mejillas y mis cielos rosas.
En realidad quería decirle que la echaba de menos, sólo a ella. 


Para Lidia, por ser mi hadita encantadora.
      

sábado, 20 de octubre de 2012

Somos hasta que dejamos de ser


Sintió sus ojos humedecerse. Qué bonito aquel atardecer y qué triste no poder compartirlo con nadie...



Eran las últimas horas de mi vida, amor. Y cada segundo que pasaba repasaba todo el cariño que nos dimos, todas las sonrisas que tuvimos. ¿Para qué iba a recordar lo malo, cariño? Si tú sólo me has dado cosas buenas. Que no estuvieras ahí no me da carta blanca para juzgarte, porque supongo que tendrás tus motivos para no estar el día que yo te esperaba sentada.
Pero, eso ya da igual. Quisiera contarte lo que pasó por mi cabeza esa hora y media de mi vida, la hora y media de la que más consciente he sido nunca.
El frío empezó a helarme la yema de los dedos y la nariz se me puso rojísima.
Entonces recordé justo el momento en el que nos conocimos; aquella tarde que llovía y quedé con Sonia, cuando anduve por el parque buscándola debajo de mi paraguas y ahí estabais los dos hablando.  Ni tú ni yo pensábamos que acabaríamos tan enamorados. No me fijé en ti, eras uno de los múltiples amigos de Sonia, no sé si sólo te utilizaba para el sexo o si era una amistad a secas porque nunca me lo habéis contado, pero eso me daba igual. Me mandaste una sonrisa y yo, amablemente te la devolví mientras te saludaba. Ibas a venir a casa de Sonia porque necesitabas sus apuntes, "Que con tanta lluvia uno se empapa y luego vienen los catarros que te dejan en la cama". Me pareció tan sencillo aquel comentario, y me gustan tanto las cosas tan sencillas... que las tres horas siguientes me las pasé sacándote frases, y ninguna me hacía perder el interés. Supongo que tú pensabas que era muy preguntona, pero en fin, yo sólo quería saber de ti. También supongo que te llamé la atención por eso, así que no me arrepiento ni me arrepentiré jamás de esas tres horas de mi vida. Y ahora, que se me escapa tan fugaz sin poder hacer nada por salvarla, estoy sola, echando de menos todos esos momentos, incluso aquellos en los que ni siquiera podía moverme de la cama o no tenia fuerzas para enfrentarme a mi enfermedad.  Hay gente que suele decir que con la persona a la que ama es diferente, y yo te digo que contigo siempre he sido capaz de ser yo misma sin tener que esconder una mueca que me hiciera menos atractiva, una palabra que hiciera de mí una ordinaria o un sentimiento que mostrara mi debilidad. He dudado de ti muchas veces, igual que tú de mí, pero siempre volvíamos el uno al otro más tarde o más temprano. Porque nos amamos, cariño. ¿Seguirás tú? ¿Seguirás, cariño, amándome? Incluso aun si no estás en mi último aliento... 





domingo, 7 de octubre de 2012

Paula


PAULA. ¡Un novio en cada provincia y un amor en cada pueblo! En todas
partes hay caballeros que nos hacen el amor... ¡Lo mismo es que sea
noviembre o que sea en el mes de abril! ¡Lo mismo que haya epidemias o que
haya revoluciones...! ¡Un novio en cada provincia...! ¡Realmente es muy
divertido...! Lo malo es, Dionisio, lo malo es que todos los caballeros estaban
casados ya, y los que aún no lo estaban escondían ya en la cartera el retrato
de una novia con quien se iban a casar... Dionisio, ¿por qué se casan todos los
caballeros...? ¿Y por qué, si se casan, lo ocultan a las chicas como yo...? ¡Tú
también tendrás ya en la cartera el retrato de una novia...! ¡Yo aborrezco las
novias de mis amigos...! Así no es posible ir con ellos junto al mar... Así no es
posible nada... ¿Por qué se casan todos los caballeros...?
DIONISIO. Porque ir al fútbol siempre, también aburre.
PAULA.   Dionisio, enséñame el retrato de tu novia.
DIONISIO.   No.

PAULA. ¡Qué más da! ¡Enséñamelo! Al final lo enseñan todos...
DIONISIO. (Saca una cartera. La abre. PAULA curiosea.) Mira...
PAULA. (Señalando algo.) ¿Y esto? ¿También un rizo de pelo...?
DIONISIO. No es de ella. Me lo dio madame Olga... Se lo cortó de la barba,
como un pequeño recuerdo...  (Le enseña una fotografía.) Este es su retrato,
mira...
PAULA. (Lo mira despacio. Después.) ¡Es horrorosa, Dionisio...!
DIONISIO.   Sí.
PAULA.   Tiene demasiados lunares...
DIONISIO. Doce. (Señalando con el dedo.) Esto de aquí es otro...
PAULA. Y los ojos son muy tristes... No es nada guapa, Dionisio...
DIONISIO. Es que en este retrato está muy mal... Pero tiene otro, con un
vestido de portuguesa, que si lo vieras...  (Poniéndose de perfil con un gesto
forzado.) Está así...
PAULA.   ¿De perfil?
DIONISIO.   Sí. De perfil. Así.
(Lo repite.)
PAULA.   ¿Y está mejor?
DIONISIO. Sí. Porque no se le ven más que seis lunares...
PAULA.   Además, yo soy más joven...
DIONISIO.   Sí. Ella tiene veinticinco años...
PAULA. Yo, en cambio... ¡Bueno! Yo debo de ser muy joven, pero no sé con
certeza la edad mía... Nadie me lo ha dicho nunca... Es gracioso, ¿no? En la
ciudad vive una amiga que se casó...  Ella también bailaba con nosotros.
Cuando voy a la ciudad siempre voy a  su casa. Y en la pared del comedor
señalo con una raya mi estatura. ¡Y  cada vez señalo más alta la raya...!
¡Dionisio, aún estoy creciendo...! ¡Es  encantador estar creciendo todavía...!
Pero cuando ya la raya no suba más  alta, esto indicará que he dejado de
crecer y que soy vieja... Qué tristeza entonces, ¿verdad? ¿Qué hacen las
chicas como yo cuando son viejas...?  (Mira otra vez el retrato.) ¡Yo soy más
guapa que ella...!
DIONISIO. ¡Tú eres mucho más bonita! ¡Tú eres más bonita que ninguna!
Paula, yo no me quiero casar. Tendré unos niños horribles... ¡y criaré el ácido
úrico...!
PAULA. ¡Ya es de día, Dionisio! ¡Tengo ganas de dormir...!
DIONISIO. Echa tu cabeza sobre mi hombro... Duerme junto a mí...
PAULA.  (Lo hace.)  Bésame, Dionisio.  (Se besan.)  ¿Tu novia nunca te
besa...?

DIONISIO. No.
PAULA.   ¿Por qué?
DIONISIO.   No puede hasta que se case...
PAULA.   Pero ¿ni una vez siquiera?
DIONISIO. No, no. Ni una vez siquiera. Dice que no puede.
PAULA. Pobre muchacha, ¿verdad? Por eso tiene los ojos tan tristes...
(Pausa.) ¡Bésame otra vez, Dionisio...!
DIONISIO. (La besa nuevamente.) ¡Paula! ¡Yo no me quiero casar! ¡Es una
tontería! ¡Ya nunca sería feliz! Unas  horas solamente todo me lo han
cambiado... Pensé salir de aquí hacia el  camino de la felicidad y voy a salir
hacia el camino de la ñoñería y de la hiperclorhidria...
PAULA.   ¿Qué es la hiperclorhidria?
DIONISIO. No sé, pero debe de ser algo imponente... ¡Vamos a marcharnos
juntos...! ¡Dime que me quieres, Paula!
PAULA. ¡Déjame dormir ahora! ¡Estamos tan bien así...!

                            Tres sombreros de copa. III Acto. Miguel Mihura.

sábado, 6 de octubre de 2012

Abrazada a tu manto

.



- Abuela, cántame esa canción otra vez. ¡Estando el cocodrilo...!
- ¡Y el orangután!
- Dos jóvenes serpientes...
Los labios de África temblaron. Sus ojitos, nerviosos, buscaron a una mujer de cuarenta y dos años que en siete segundos asomaría por la puerta del salón. 
- Nena, ¿qué haces?
Como si un chaparrón de agua cayera sobre la abuela que ya no tenía manta, que ya no tenía voz. Era plástico transparente que se envolvía y luchaba contra la corriente de aquella habitación. Simplemente aire, y espíritu. Pensamientos y recuerdos, sentía que su corazón latía poquito, pero que cada vez que alguien la recordaba latía más rápido.
- Nada, mamá. - La pequeña sonrió y se alejó saltarina del brazo del sofá donde un minuto antes insistía en cantar una canción con su abuela.
- ¿Dónde está papá? - La mujer castaña dejó su abrigo sobre la silla donde solía sentarse para comer y dirigió una mirada cansada hasta el ventanal que se situaba a pocos metros de ella.
- Dormido. Me ha hecho la merienda y se ha dormido, mami. He merendado cereales, ¿Mañana también puedo?
- No, son para desayunar. Anda que tu padre se ha esmerado. ¿Te has lavado los dientes?
- Sí ¡Todos, mira! - La pequeña sonrió efusivamente delante de su madre mostrando unos diminutos dientes de leche resplandecientes.
- Muuuuy bien. - La madre se agachó hasta quedarse en cuclillas delante de su hija, que la miraba con satisfacción  - ¿Y qué más...?
- Pues... - África volvió la mirada al sofá, ésta vez sus ojos no estaban temerosos, sino alegres, sonrientes. A la abuela le pareció que ella también podía sonreir. - también he rezado.
- Estupendo, ¿y de quién te has acordado?
- De la abuela Marta.
- Muy bien, nena. Seguro que está contenta de que nos acordemos de ella. Vamos a jugar en tu cuarto, ¿vale? - Y anduvieron hasta la habitación de la pequeña, pero justo antes de llegar al pasillo África se giró, situó un dedo entre sus labios y susurró; Shh, estamos jugando a los secretos. 

jueves, 4 de octubre de 2012

Es necesario filosofar.

Clases de filosofía.

Obviamente. Elemental mi querido profesor de filosofía. 
Aunque algunos carecen de esa capacidad o simplemente su filosofía es subirse el cuello de la camisa y llevar los calcetines por encima del chándal. 
Filosofar, que no es la película de Harry Potter, es necesario para darte cuenta de que eso no se debe hacer si no quieres que te cataloguen con apelativos no muy... en fin. 
La filosofía, o perdón; filosofar, condiciona también tu manera de ser o forma de actuar, porque lo hagas cuando lo hagas siempre cambiará aunque sea un ápice tu opinión. Por lo tanto nos hace avanzar y eso es algo que en la mayoría de las veces es bueno.
En definitiva, sí que es necesario e incluso a veces (si tienes la capacidad, claro) sale solo. Si no... cómprate unos bonitos calcetines.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Niño pobre

- Corre, ni se te ocurra mirar atrás. - Mientras Carlos agarraba la mano de Anita, su hermana, intentaba huir de aquel caos.

El olor a pólvora, los escombros que pasaban por encima de sus cabezas con silbidos que se confundían con las bombas que mataban a la gente. Gente inocente, personas con su corazón, con sus sentimientos, personas, seres humanos. Con catorce años esas cosas son casi imperceptibles, siempre te gusta más jugar con tus juguetes, con un balón, escribir en el asfalto, cabrear a los vecinos...
Pero Carlos ya no tenía catorce años, no mentalmente. Creció cuando su madre, de una fuerte gripe que se agravó con el V.I.H. murió sobre sus manos mientras Anita, con apenas tres años preguntaba por qué mamá dormía tanto. Su padre desapareció con el nacimiento de la pequeña, así que Carlos, con nueve años, dejó de ir a la escuela y empezó a trabajar para darle de comer a su hermana porque ya no había nadie que cuidara de ellos- Un niño pobre, proletario tan precoz.
Un niño que ahora corría por la calle principal del pueblo de la mano de su hermanita, huyendo de una muerte que tarde o temprano se apoderaría de sus cuerpecitos. Pero ahora no, no. No habían luchado tanto para morir así.

- Carlos, me duele mucho el corazón. - Anita jadeaba, corría como podía casi arrastrada pro su hermano, con el corazón en la boca y la cara llena de sudor y churretes.
- Ya queda poco para llegar, no te preocupes. - Mentira ¿A dónde iban a llegar? Todo estaba bombardeado, destruido, desértico. Se oía a la gente gritar y caer con cada  con cada movimiento exagerado del asfalto. Casi no se veía por la polvareda levantada.
- ¡Carlos!

Y ya no escuchó mucho más, un pitido ensordecedor acompañó a un dolor punzante sobre las rodillas. Una bomba había impactado justo detrás de ellos, pero no podía pararse. Se habían salvado, vamos. Corre Carlos, adónde sea. ¡CORRE!

- Anita, ya estamos llegando pequeña. - Gritó por encima del ruido.  Poco a poco fue volviendo a la realidad, saliendo de aquel trance que hacía pitar sus oídos y tener el corazón palpitando justo en las rodillas. Su mano ya no tiraba de nada, de nada más que un brazo, el brazo de Anita ensangrentado. Volvió la vista hacia atrás y no encontró mas que un camino de sangre, polvo y desolación. No le importaron en ese momento las heridas de sus rodillas, cayó desplomado, con las lágrimas sobre las mejillas cayendo sin cesar, con un grito ahogado en su garganta que no era capaz de salir. Y allí se recostó, sollozando y muerto ya en vida, sin Anita, esperando lo que fuera, que él, ya no quería respirar.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Los gestos y sus gentes

Y observo, sé cómo se ríe.
Esa forma de mirar, los ojos tan abiertos cuando se indigna.
Y los de ella, tan parecidos a los de este otro, con patas de gallo dibujadas perfectamente en la comisura de sus ojos.
La forma de guiñar de aquella chica, la forma en la que se recoge el pelo. Cuando él te habla distraído, los conoces.
Son ellos.
Son gente, y sus cosas, y gestos, y la gente.

sábado, 25 de agosto de 2012

Go run, run, run

Hasta los más fuertes han sentido alguna vez la necesidad de ser débiles, de sentir qué sucede si bajas la guardia, de llorar desconsoladamente porque, detrás de cada golpe hay una herida, y algunas simplemente no cicatrizan. Escuecen y sacan lo peor de ti, pero repito, hasta los más fuertes tiemblan, todos estamos hechos del mismo material.
Pero tú sigue, sonríe.

jueves, 23 de agosto de 2012

Amantes del cotilleo

 Deja que todo huela a sexo.
El principio puedes imaginártelo, ¿Quién sabe? Se conocieron en un bar de copas, corriendo por el paseo o flirteando desde la lejanía de una parada de bus a otra. En distintas direcciones, pero ante todo, sexo.


El chico la apoyó sobre la puerta del apartamento. Intentó abrirla a duras penas mientras su lengua resbalaba con ganas en la boca de la chica castaña. Espera, espera. Sonreía. Déjame abrir, o acabaremos aquí mismo. Qué poco sexual había sonado aquello, pero daba igual, la entrepierna de la chica ya estaba empapada y algo abultaba con exageración los pantalones del moreno. Entraron y las llaves cayeron donde pudieron, el chico se dio la vuelta y esta vez ella se abalanzó sobre él, ahora no tenía  la camisa que llevaba puesta cuando la empujó contra la puerta del piso, y para su sorpresa, debajo no había sostén. La saliva sonaba con cada beso, hacía calor, se necesitaba algo más que besos, hacía calor... Se recostaron sobre un sofá con orejas que hacía de tumbona, ella encima, por supuesto. Llevaba unos pantalones largos, unos leggins, eran tupidos y de apariencia de cuero, a la chica se le marcaba cada centímetro de sus piernas, no muy consistentes, pero aun así, delgaditas, conseguían el contorno perfecto al que se añadía una cintura pequeña con una espalda estrecha y un pecho poco voluminoso. La chica lo miraba sonriendo mientras él hacía impulso hacia arriba para desabrocharse los pantalones. Ella hizo esfuerzos por mantenerse a pulso sobre los brazos de aquella semi tumbona y a la vez bajarle los pantalones a él, pero lo consiguió. Qué difícil es cuando uno está así. Pensó él.  De nuevo se besaban, ella reclinada sobre él con aquellos leggins sin camisa ni sostén, y él dejando que cada beso supiese más intenso con el peso de la chica encima. La acariciaba con dulzura, metía con timidez los dedos por debajo del elástico de la ropa interior de Ana, que se movía seductora a la vez que le agarraba la raíz del pelo de forma que su codo quedara por encima de la unión de cuello y hombros del chico. Las respiraciones, ya entrecortadas de la actividad anterior, empezaron a transformarse en suspiros de placer cuando cada uno se despojó de lo que llevaba encima y empezó a acariciar al otro. Ana se restregaba contra las partes íntimas del chico, haciendo que éste, del placer contenido, echara su cuello tan atrás que el sillón acabó tumbado en el suelo. Ambos se llevaron un buen susto, rieron, y se miraron. Y Ana se levantó, y el chico también, lo cogieron de la mano y lo llevaron al ventanal que daba a la calle principal. Aquello era un séptimo por lo menos, pero si algún curioso paraba la vista allí podría verlos perfectamente. La chica se arrodilló ante él y pegó las plantas de los pies y el trasero a la cristalera, haciendo una mejor visión de ambos a los viandantes. Y así, arrodillada cogió al chico de un muslo y lo arrastró hacia ella, que tenía la boca abierta y lo miraba desde abajo pidiendo que aquel miembro ya erecto, duro y caliente entrara en ella. Primero pintó sus labios con él y se empapó de saliva, lamió sensualmente  el tronco e introdujo la mitad del miembro para sacarlo y hacer succión. EL chico parecía tener los ojos desorbitados, frente a todo el mundo, allí, una chica cualquiera le hacía una felación. Esta vez Ana hizo que tocara el fondo de su garganta, dejándolo ahí varios segundos, y sacándola tras una pequeña molestia detrás de la lengua. Un hilo de saliva unía la lengua y la punta del miembro, aquella habitación ya olía a sexo puro.  Ana siguió con el protocolo que ella creía conveniente, hasta que el chico, excitado y empapado en sudor, sin el más mínimo asomo de aviso para la chica, eyaculó en su boca. Esto a Ana no le sentó muy bien que digamos, pero siguió introduciéndose el miembro lentamente mientras sentía el líquido espeso y caliente dentro de su boca, el líquido que ahora se deslizaba por su barbilla junto a su saliva y cubría sus mejillas.
Lo siento. Jadeaba, pulmones llenos, vacíos, llenos, vacíos…
No pasa nada, de verdad. Ana anduvo hasta la cocina, el chico escuchó el tintineo que hacen los cubiertos al chocar cuando buscas alguno entre la multitud del cajón de la cocina. ¿Qué buscas? ¿Ana?
Y un dolor punzante, en su miembro, un sonido desagradable, sangre caliente por los muslos. Nadie, nadie, me hace eso. Aunque, lo he pasado bien en el fondo. Hasta la vista, Alfonso. Y tras vestirse, lo dejó allí, sin miembro y desangrándose, como su madre lo trajo al mundo.

lunes, 20 de agosto de 2012

Chocolate.


Aprendí que todo lo que esta vida te da  es algo esencial para tu progreso. Y te aseguro, África, que tú eres más que ese progreso, eres más que esos ojos verdes encerrados. Eres fuego ardiente, como tu cabello, eres dulce y seductora como tu sonrisa. Hasta ahora nunca me había fijado, pero tienes un rizo siempre en el mismo lugar que acaricia tu hombro lleno de pecas, siempre juguetón y perfectamente sintonizado con el resto de sus compañeros rojizos. Cada vez que veo tu cuerpo tan fino, tan delgado que es casi frágil se me destapa la ternura. Sé que no te vas a romper, porque tú eres quien rompe cosas. Rompes mis lágrimas, las conviertes en deseo, en besos sin motivo alguno, en caricias rodeando tu trasero…
Haces que mi boca se derrita en tus senos, y que mi corazón, cansado de amor descafeinado, pida chocolate. 

Sin darme cuenta.


Pues es... inteligente, tímido, observador, se da cuenta de las cosas pero como que huye de ellas
Parece que su personalidad deja que desear pero tiene corage y valores y los tiene presentes siempre
Es ingenioso y a veces borde, pero bueno, se lo perdono jaja
No es muy cariñoso ni muestra afecto
Pero te demuestra que le importas
Y le cuesta mucho decir cosas bonitas, como a mí, que muestren tus sentimientos
Pero cuando tiene que decirtelas, justo en ese momento, te las dice



¿Y es eso de estar enamorada?

lunes, 16 de abril de 2012

De amiga a no


La hubiera mirado de otra forma, pero la confusión era una sensación que no estaba abierta a otras posibilidades de expresión.

— Sí, no me mires con esa cara. — Me dijo incluso antes de ver mi reacción.

Había un silencio doloroso para los oídos, un silencio inútil que ambas hubiéramos preferido romper, pero que el cansancio, o quizás el miedo, no nos dejó. Dormimos por última vez, juntas.

- - - - - - - -
— He decidido morir. Lo tengo claro, esta vez no va a haber ninguna salida. Quiero ser directa contigo, y pedirte por favor que nunca lo desveles. — Tan ancha se quedó, de verdad, que me heló la sangre. Estábamos en una habitación pequeña que acogía con un tono salmón sobre las paredes lisas. En esa cama grande con sábanas frescas, cualquiera diría que acabábamos de acostarnos juntas, en el más pornográfico sentido de la palabra. — Tú sabes que te he querido, ¿eh? Eres inteligente, por eso sabes que ahora mismo te utilizo para que, ya que la vida ha decidido hacer de mí un alma solitaria, yo decida por una vez; no irme como ella me mande. Soy egoísta por hacerte esto, pero me lo debes.

— No te debo nada. — Me atreví a interrumpir un guión que seguramente se habría preparado con antelación.

— Me lo debes.

— ¿Por qué? - erguí una ceja, en desaprobación con aquella encerrona que por lo visto, yo le debía.

— Por haber estado a tu lado sabiendo siempre, y cada vez sintiéndolo más, que tú no eras para mí.

sábado, 14 de abril de 2012

Las cosas a tiempo

Me eleva a lo más alto para verme caer.
Entonces, mantequilla, se disuelven mis pies.
Ni una vez siquiera hubo paz entre las bocas
será, será...
serán glaciares que chocan.








Ni una, ni dos... todas las veces. Te quiero

miércoles, 11 de abril de 2012

A mí no se me olvida

Podrá besarme. Mirarme. Oler y sentir, veré su ropa. Admiraré sus gestos, lo amaré. Los cogeré, pequeñitos y dulces, al vuelo, y seré yo la dueña.
La dueña de te quiero y deseo. Y mi calor, el suyo, mi garganta, con su voz. Y así todo, y así, hasta la nada.
Y así hasta que ame, que yo ya, lo hago.

viernes, 6 de abril de 2012

En los brazos de otro hombre

Calla, que así es como me gustan las mujeres.

—  Pues sí señorita, eran las tres de la tarde y te conocí. ¡Qué pechos tan voluptuosos, qué grandeza! Cuanto poder a mi imaginación otorgaban aquellos senos. —  En la plaza, entre el bullicio. A eso se refería el caballero sin sombrero, a que la divisó en la plaza del mercado.
— ¿Y sólo se fijó usted en eso? —  Preguntó la muchacha despojando su cuerpo de las ropas, a punto de entregarse en cuerpo y lo que ella creía ser el alma.
— ¡Qué va! —  rió, acercándose ya al cuerpo de la chica con intención de ayudarla en su torpe acción. ¡Aún quedaba ropa sobre ella! — Querida, eres inteligente. Culta, una chica leída. Y vaya carácter. ¡Eres un limoncito, cariño! Mmhh...
— ¿Un limoncito? —  ¿Qué era un limoncito, Señor? ¡Un limón agrio! ¡Con eso me compara! (Pensando).
—  Claro. Corteza en la superficie, agria cuando te desprendes de ella; pero tan dulce la tentación de querer saborear...
—  ¡Ay! ¡Qué daño, caballero! Me ha cogido usted muy fuerte.
— ¿Qué insinúas? ¿De mí un impaciente? — sorprendido se retiró, viendo cómo giraba su estirado cuello para buscar sus ojos —  Yo no me acuesto con alguien así. Ahora mismo, hazme un favor, sal de mis aposentos.
—  Pero caballero, yo no... me estaba haciendo usted dañ...
—  NADA. —  le interrumpe —  ¡Qué excusa de fariseo!
— ¿Y de qué me acusa? ¿Dejo entonces caballero, si es que aún merece ese trato, que me lastime? — Vistióse con rapidez y anduvo hasta la puerta.
— Cuán engañado me tenías, meretriz de calle. — Desprecio. Sólo desprecio soltaba aquella lengua viperina. — ¡Sola, sola! Sin esposo, ni criaturas, ni siquiera un animal te acompaña en tu vida. ¡Dios es justo, por una vez!
— Piense usted a quién deseó por unos instantes meter en su cama y ese será su tormento. Y cuando descubra qué equivocado se halló en su pensamiento, sabe Dios cuando, llore. Llore  en su casa cansado de una esposa frívola  y mire quién tuvo razón el día que decidió compartir placeres carnales con una soltera de mala fama.




Y un portazo; la rabia. Pasos en escalones; reconocimiento. La imagen de su espalda; arrepentimiento.

miércoles, 4 de abril de 2012

Ojalá no te enamores

Porque yo si lo he hecho. Duele y quema por dentro, es como algo que destruye todo lo que tienes. Lo que quieres, lo que deseas; borra todo para ocupar su lugar. ¡Enamorarse! ¡Qué maldita pérdida de tiempo! Yo lo hice y ni espero ser correspondida. Sólo espero a que todo se termine, a volverme a enamorar, aunque sea de una flor. Una distracción en mi corazón y todo estará bien. Ojalá, no te enamores.

sábado, 31 de marzo de 2012

El cigarro de una puta

Que si me follo a cualquiera. Qué sabrán ellas del sexo.
¿A caso han sentido las caricias de las manos de los hombres? ¿Y de las mujeres? Qué tactos tan distintos, ah...
La composición de sus hombros. Las mujeres y su pelo acariciando la curva de sus espaldas. Cuánto placer para un solo cuerpo.No es nada malo sentirlo.
Aquí todos tenemos lo mismo;"¡Qué vergüenza!" No tendrán ellas humedades en la entrepierna, no. Qué idiotas... me río, me río por no llorar, vaya pena la que me están dando las ... estrechas de colegio privado. Si yo no veo ninguna contrariedad a que estudien, allá ellas si quieren tener una vida tan perfecta. Y aburrida, vaya. Perfectas y aburridas. Palabras hermanas que van de la manita. ¡Con lo divertido que es lo imperfecto!
Digan lo que digan esas colegialas que reprimen sus deseos están locas por un polvo, que lo sé yo. Si todas acabarán tomando infusiones con blusas de seda, por eso del estrés. Con lo relajante que es el sexo. La masturbación mismamente. Me las imagino con sus braguitas de marca. Qué poco erótico. Espero que tengan buen gusto en lencería, porque como sigan siendo así de puritanas...
¡Joder! Qué mierda de mechero que no enciende.

viernes, 30 de marzo de 2012

Ya no quiero casarme


DIONISIO: Aún es tiempo. Dejaremos todo esto y nos iremos a Londres…

PAULA: ¿Tú sabes hablar inglés?

DIONISIO: No. Pero nos iremos a un pueblo de Londres. La gente de Londres habla inglés porque todos son riquísimos y tienen mucho dinero para aprender esas tonterías. Pero la gente de los pueblos de Londres, como son más pobres y no tienen dinero para aprender esas cosas, hablan como tú y como yo…¡Hablan como en todos los pueblos del mundo!...¡Y son felices!...

PAULA: ¡Pero en Inglaterra hay demasiados detectives!...

DIONISIO: ¡Nos iremos a La Habana!

PAULA: En La Habana hay demasiados plátanos…

DIONISIO: ¡Nos iremos al desierto!

PAULA: Allí se van todos los que se disgustan, y ya los desiertos están llenos de gente y piscinas...


Miguel Mihura.

De algo malo, muriendo.







Cerró su último libro, leyó la última palabra. 
¿En qué quedaba su esfuerzo? Lo sabía.
Tan vacía estaba que llena de aire se quitó la vida.
¡Tan vacía! 





Consecuencias de asesinatos por ambición.

jueves, 29 de marzo de 2012

L'ocean d'autre fois

—  Con el suelo limpio  y los cimientos rotos. La niña que no sabía utilizar las comas. ¡Qué barbarie, querido!
—  ¿Y todo se termina así? Lo que la corriente acababa de llevarse. —  dijo pensativo.
—  ¿Un café, mi querido delfín? Pues a veces sí, es que todo termina así. — La señora Ola le invitó a una tacita. 
—  Qué humeante. ¿Sabe usted? Me recuerda a los corales, de donde salen burbujitas sin cesar —  ríe —  afortunadamente soy una ballena y no voy tan allá. 
—  Perdona que no te oiga, ando un poco teniente. Teniente de cuentas con la marea, querido. ¡Que si Oceanía, que si Europa del Norte! Pues vete tú a saber donde quieren que termine.
—  ¡Exacto! — El querido delfín dio la voltereta hacia un lado —  Terminar. Usted termina siendo orilla.
—  Pues por supuesto que sí, ese es mi cielo.
—  ¿Qué? ¿Y que te chapotee un niño? — se sorprendió.
—  Que me chapotee un niño. —  afirmó con tanta brusquedad que derramó la tacita.
—  Vaya, señora. Me abruma. ¡Yo odio a los niños!
—  Pues fíjate tú, que ellos odian a los delfines.
— Es usted la mar de salada. —  y se aleja el delfín diciendo adiós a chorros.

Rindiose a los oídos de las ranas.

La hormiga, medio muerta,

dice muy tristemente:
"Yo he visto las estrellas."
"¿Qué son las estrellas?", dicen
las hormigas inquietas.
Y el caracol pregunta
pensativo: "¿Estrellas?"
"Sí -repite la hormiga-,
he visto las estrellas,
subí al árbol más alto
que tiene la alameda
y vi miles de ojos
dentro de mis tinieblas".
El caracol pregunta:
"¿Pero qué son las estrellas?"
"Son luces que llevamos
sobre nuestra cabeza".
"Nosotras no las vemos",
las hormigas comentan.
Y el caracol: "Mi vista
sólo alcanza a las hierbas."

miércoles, 14 de marzo de 2012

Ni tan si quiera...


Creía estar soñando. Las seis y treinta y siete de la mañana, el sol aún seguía escondido a lo lejos. Poco a poco empezó a darse cuenta de donde estaba; sábanas lisas y grandes almohadas... un brazo corpulento la rodeaba por la cintura. De repente, su olor. En ese momento su pupila se ensanchó, uno de sus mayores placeres era su olor, y lo tenía tan cerca...

- Hola. - ... - ¿Estás despierta? - Sí. Era él. Su voz, su brazo, su cuerpo, su cama... su casa. Él, él...

- Sí. - Aunque estaba oscuro, podía distinguir sus rasgos, una mandíbula fuerte, una nariz ancha y unos labios marcados. Por no hablar de sus ojos grandes y oscuros. Le pareció que sonreía.




No sabía cómo, ni por qué, sólo sabía que su corazón ahora dejaría de latir cuando se le acercara, cuando la mirara, ahora sabía que sus corazones latían juntos.

lunes, 30 de enero de 2012

Los hombres, a veces, son valientes

En cambio yo no. No me acuerdo de ti cada instante. Lo cierto es que no puedo olvidarte. Y lo más curioso es que sé lo inútil que es esperar una señal del destino, como que llueva para que no salga y tenga más a mano que puedas contactar conmigo. Pero sigo esperando, aparentando a mí mismo que ya te he olvidado. Creo que soy como esa teoría científica de por qué el núcleo de la tierra es líquido. Me enfrío por fuera, poco a poco, muy lento, pero tan lento, querida...
Todavía en mi interior quedan imágenes, algunos las llaman recuerdos, yo las llamo nuestra vida. Ahora me doy cuenta; ¡el ser humano es tan estúpido! Se aferra a algo que sabe que le puede destruir y aun así sigue adelante, ¿por valentía? Los hombres no somos valientes si no hay una mujer por la que serlo.
He estado pensando que tú eres esa mujer por la que los hombres son valientes. Después de haber intentado olvidar en otras mujeres lo que tú me dabas, y reemplazarlo, sólo he sabido encender un poquito más la llama, sin ni siquiera saber si te quedaban rescoldos de lo que yo llamaría el incendio de mi vida. Estar contigo. Pero ya lo ves, sigo sentándome, mirando mis mano; imaginando que vuelvo a tocar tu piel. Y así me quedo dormido para poder empezar de nuevo y caer. Seguramente tu recuerdo me haga más falta que la taza de café que enciende mi motor, o a lo mejor, más falta que tú, porque ya no sé si quiero que vuelvas.
Incluso tengo miedo de que sangre más la herida, así que, si en algún lúcido momento de tu vida se te ocurre buscarme, no lo hagas, porque seguramente pensaré que es porque tu marido te ha dejado y tu búsqueda no es más que el no intentar ahogarte, porque ni tú misma podrías soportarte.

A cambio de yo, tú.

Tiempo. Personalidad. Cariño. Afecto. Sentir. Pasión. Ganas. Decir. Tú. A veces yo. Puede que otra vez tú. Y lo mejor de todo es que, sin buscar, te encontré.