lunes, 16 de abril de 2012

De amiga a no


La hubiera mirado de otra forma, pero la confusión era una sensación que no estaba abierta a otras posibilidades de expresión.

— Sí, no me mires con esa cara. — Me dijo incluso antes de ver mi reacción.

Había un silencio doloroso para los oídos, un silencio inútil que ambas hubiéramos preferido romper, pero que el cansancio, o quizás el miedo, no nos dejó. Dormimos por última vez, juntas.

- - - - - - - -
— He decidido morir. Lo tengo claro, esta vez no va a haber ninguna salida. Quiero ser directa contigo, y pedirte por favor que nunca lo desveles. — Tan ancha se quedó, de verdad, que me heló la sangre. Estábamos en una habitación pequeña que acogía con un tono salmón sobre las paredes lisas. En esa cama grande con sábanas frescas, cualquiera diría que acabábamos de acostarnos juntas, en el más pornográfico sentido de la palabra. — Tú sabes que te he querido, ¿eh? Eres inteligente, por eso sabes que ahora mismo te utilizo para que, ya que la vida ha decidido hacer de mí un alma solitaria, yo decida por una vez; no irme como ella me mande. Soy egoísta por hacerte esto, pero me lo debes.

— No te debo nada. — Me atreví a interrumpir un guión que seguramente se habría preparado con antelación.

— Me lo debes.

— ¿Por qué? - erguí una ceja, en desaprobación con aquella encerrona que por lo visto, yo le debía.

— Por haber estado a tu lado sabiendo siempre, y cada vez sintiéndolo más, que tú no eras para mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario