sábado, 31 de marzo de 2012

El cigarro de una puta

Que si me follo a cualquiera. Qué sabrán ellas del sexo.
¿A caso han sentido las caricias de las manos de los hombres? ¿Y de las mujeres? Qué tactos tan distintos, ah...
La composición de sus hombros. Las mujeres y su pelo acariciando la curva de sus espaldas. Cuánto placer para un solo cuerpo.No es nada malo sentirlo.
Aquí todos tenemos lo mismo;"¡Qué vergüenza!" No tendrán ellas humedades en la entrepierna, no. Qué idiotas... me río, me río por no llorar, vaya pena la que me están dando las ... estrechas de colegio privado. Si yo no veo ninguna contrariedad a que estudien, allá ellas si quieren tener una vida tan perfecta. Y aburrida, vaya. Perfectas y aburridas. Palabras hermanas que van de la manita. ¡Con lo divertido que es lo imperfecto!
Digan lo que digan esas colegialas que reprimen sus deseos están locas por un polvo, que lo sé yo. Si todas acabarán tomando infusiones con blusas de seda, por eso del estrés. Con lo relajante que es el sexo. La masturbación mismamente. Me las imagino con sus braguitas de marca. Qué poco erótico. Espero que tengan buen gusto en lencería, porque como sigan siendo así de puritanas...
¡Joder! Qué mierda de mechero que no enciende.

viernes, 30 de marzo de 2012

Ya no quiero casarme


DIONISIO: Aún es tiempo. Dejaremos todo esto y nos iremos a Londres…

PAULA: ¿Tú sabes hablar inglés?

DIONISIO: No. Pero nos iremos a un pueblo de Londres. La gente de Londres habla inglés porque todos son riquísimos y tienen mucho dinero para aprender esas tonterías. Pero la gente de los pueblos de Londres, como son más pobres y no tienen dinero para aprender esas cosas, hablan como tú y como yo…¡Hablan como en todos los pueblos del mundo!...¡Y son felices!...

PAULA: ¡Pero en Inglaterra hay demasiados detectives!...

DIONISIO: ¡Nos iremos a La Habana!

PAULA: En La Habana hay demasiados plátanos…

DIONISIO: ¡Nos iremos al desierto!

PAULA: Allí se van todos los que se disgustan, y ya los desiertos están llenos de gente y piscinas...


Miguel Mihura.

De algo malo, muriendo.







Cerró su último libro, leyó la última palabra. 
¿En qué quedaba su esfuerzo? Lo sabía.
Tan vacía estaba que llena de aire se quitó la vida.
¡Tan vacía! 





Consecuencias de asesinatos por ambición.

jueves, 29 de marzo de 2012

L'ocean d'autre fois

—  Con el suelo limpio  y los cimientos rotos. La niña que no sabía utilizar las comas. ¡Qué barbarie, querido!
—  ¿Y todo se termina así? Lo que la corriente acababa de llevarse. —  dijo pensativo.
—  ¿Un café, mi querido delfín? Pues a veces sí, es que todo termina así. — La señora Ola le invitó a una tacita. 
—  Qué humeante. ¿Sabe usted? Me recuerda a los corales, de donde salen burbujitas sin cesar —  ríe —  afortunadamente soy una ballena y no voy tan allá. 
—  Perdona que no te oiga, ando un poco teniente. Teniente de cuentas con la marea, querido. ¡Que si Oceanía, que si Europa del Norte! Pues vete tú a saber donde quieren que termine.
—  ¡Exacto! — El querido delfín dio la voltereta hacia un lado —  Terminar. Usted termina siendo orilla.
—  Pues por supuesto que sí, ese es mi cielo.
—  ¿Qué? ¿Y que te chapotee un niño? — se sorprendió.
—  Que me chapotee un niño. —  afirmó con tanta brusquedad que derramó la tacita.
—  Vaya, señora. Me abruma. ¡Yo odio a los niños!
—  Pues fíjate tú, que ellos odian a los delfines.
— Es usted la mar de salada. —  y se aleja el delfín diciendo adiós a chorros.

Rindiose a los oídos de las ranas.

La hormiga, medio muerta,

dice muy tristemente:
"Yo he visto las estrellas."
"¿Qué son las estrellas?", dicen
las hormigas inquietas.
Y el caracol pregunta
pensativo: "¿Estrellas?"
"Sí -repite la hormiga-,
he visto las estrellas,
subí al árbol más alto
que tiene la alameda
y vi miles de ojos
dentro de mis tinieblas".
El caracol pregunta:
"¿Pero qué son las estrellas?"
"Son luces que llevamos
sobre nuestra cabeza".
"Nosotras no las vemos",
las hormigas comentan.
Y el caracol: "Mi vista
sólo alcanza a las hierbas."

miércoles, 14 de marzo de 2012

Ni tan si quiera...


Creía estar soñando. Las seis y treinta y siete de la mañana, el sol aún seguía escondido a lo lejos. Poco a poco empezó a darse cuenta de donde estaba; sábanas lisas y grandes almohadas... un brazo corpulento la rodeaba por la cintura. De repente, su olor. En ese momento su pupila se ensanchó, uno de sus mayores placeres era su olor, y lo tenía tan cerca...

- Hola. - ... - ¿Estás despierta? - Sí. Era él. Su voz, su brazo, su cuerpo, su cama... su casa. Él, él...

- Sí. - Aunque estaba oscuro, podía distinguir sus rasgos, una mandíbula fuerte, una nariz ancha y unos labios marcados. Por no hablar de sus ojos grandes y oscuros. Le pareció que sonreía.




No sabía cómo, ni por qué, sólo sabía que su corazón ahora dejaría de latir cuando se le acercara, cuando la mirara, ahora sabía que sus corazones latían juntos.