miércoles, 14 de marzo de 2012

Ni tan si quiera...


Creía estar soñando. Las seis y treinta y siete de la mañana, el sol aún seguía escondido a lo lejos. Poco a poco empezó a darse cuenta de donde estaba; sábanas lisas y grandes almohadas... un brazo corpulento la rodeaba por la cintura. De repente, su olor. En ese momento su pupila se ensanchó, uno de sus mayores placeres era su olor, y lo tenía tan cerca...

- Hola. - ... - ¿Estás despierta? - Sí. Era él. Su voz, su brazo, su cuerpo, su cama... su casa. Él, él...

- Sí. - Aunque estaba oscuro, podía distinguir sus rasgos, una mandíbula fuerte, una nariz ancha y unos labios marcados. Por no hablar de sus ojos grandes y oscuros. Le pareció que sonreía.




No sabía cómo, ni por qué, sólo sabía que su corazón ahora dejaría de latir cuando se le acercara, cuando la mirara, ahora sabía que sus corazones latían juntos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario